¿Puede ser enseñada la virtud?
El intelectualismo socrático tiene una importante consecuencia lógica oportunamente destacada por Platón (427-347 a.C.), el principal discípulo de Sócrates y, quizá, el filósofo más importante de la historia. La consecuencia en cuestión es que la virtud puede ser enseñada. No es algo que se herede, ni que corresponda por derecho a una casta o a una clase social. Tampoco es algo que se tenga por naturaleza o nos venga dado de nacimiento. Y tampoco es un don divino o un regalo de la fortuna. Para Sócrates, la virtud es algo adquirido. En esto, Sócrates estará de acuerdo con Aristóteles e incluso con los sofistas (de los que nos ocuparemos a continuación). Lo singular del planteamiento socrático es que, para Sócrates, el camino real y, por añadidura, el único camino seguro para la adquisición de la virtud es el conocimiento. Según Sócrates, la virtud puede ser conocida y el que la conoce, actúa de acuerdo con ella misma; actúa rectamente (ya lo hemos visto).
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Ahora bien, por lo mismo que puede ser conocida, la virtud puede ser enseñada; enseñada como se enseña matemáticas, física o biología. Y se puede, por tanto, aprender a ser bueno. Aunque para ello es preciso estar dispuesto a realizar el esfuerzo de conocer lo que es el bien.
Si recordamos, ahora, la convicción socrática de que la maldad tiene su origen en la ignorancia, tenemos entonces que los malvados pueden ser conducidos a la bondad en la medida exacta en que puedan ser rescatados de su ignorancia de la virtud; esto es, en la medida en que puedan ser debidamente instruidos o formados. Por eso, tanto Sócrates como Platón considerarán tan importante la formación (paideia) en la vida de la pólis. La formación no sólo hace a los hombres más sabios: los hace mejores; mejores ciudadanos.
Aristoteles
La cuestión moral: virtud y felicidad. Aristóteles basa su ética en que el fin de todos los seres humanos es la felicidad. Pero siempre en base a una concepción teleológica., analizando la especie humana mediante una visión analítica, y desde una postura mecanicista. Para concretar en que consiste la felicidad distinguió dos actitudes:
Dejar que cada uno determine por sí y a su arbitrario que puede hacerle feliz, dicha actitud renunciaría a la teoría moral (al desentenderse de la cuestión).
Se adopta una actitud teórica, y la pregunta solo puede ser respondida analizando la naturaleza humana. Así pues la felicidad consiste en el ejercicio de la actividad propia de cada ser, en esta teoría vemos una clara continuación de la concepción teleológica de la naturaleza.
Dicho esto destacamos que para el hombre la actividad más propia y natural es la actividad racional y por tanto, la forma más perfecta de felicidad para el hombre ha de ser la actividad contemplativa, fácticamente irrealizable para la inmensa mayoría de los hombres, así pues el ser humano ha de contentarse con una felicidad limitada (felicidad absoluta solo propia de Dios). Pero para alcanzar esta forma humana de felicidad se exige la posesión de ciertos bienes corporales (salud, etc.) y (medios económicos); y además muy especialmente la posesión de las virtudes morales.
Las virtudes.
Las virtudes intelectuales (dianoética). Son excelencias, hacen que nuestro conocimiento sea excelente. Entre este tipo de virtudes Aristóteles una de enorme importancia para la vida práctica: la prudencia (platón como la virtud propia de la razón, la parte superior del alma) la cual determina atinadamente qué es lo correcto y adecuado en el ámbito práctico de la conducta, para acostumbrarnos a razonar se procede a un estudio matemático.
Las virtudes morales. Perfeccionan el carácter, el modo de ser y de comportarse. Hacen que nuestro carácter sea excelente. Estas virtudes o excelencias morales son disposiciones estables (hábito de elegir), que nos facilitan en cada caso lo más correcto y conveniente ( vemos aquí una clara postura en la que Aristóteles se acerca al relativismo), y esto consiste siempre en un término medio entre acciones o actitudes extremas, que debe ser racionalmente establecido (cabe resaltar la conexión con la virtud dianoética, al no aceptarse la imposición universal de contextos morales). La prudencia, la sabiduría práctica son las que determinan donde se halla el término medio.
Las distintas virtudes constituyen un término medio razonable entre dos posiciones extremas, así pues la moderación constituye el término medio entre el desenfreno y un rigor excesivamente represivo o insensible al placer.
Aristóteles se desmarca de Platón y Sócrates
Eticas autonomas y heteronomas
Las éticas heterónomas son aquellas en las que la obigación moral es algo impuesto al hombre y externo a su voluntad. Por ejemplo, la obligación moral viene impuesta por la naturaleza, por nuestra esencia o por dios. La accón moralmente buena será la adecuación a esos fines prefijados de antemano y de los que no somos responsables (en el pleno sentido de la palabra). La ética eudemonista aristótélica y la ética de Tomás de Aquino son heterónomas, porque el fin último del hombre, el bien que éste puede alcanzar (la felicidad, Dios) nos viene impuesto por nuestra propia naturaleza. Ser feliz, comportarse éticamente implica conocer esa finalidad impuesta y llevarla a cabo.
En las éticas autónomas, la obligación (ley) moral ha de provenir del mismo hombre, y no de algo exterior a él. Es el propio hombre (mediante su razón) el que se determina a sí mismo para obrar moralmente. MINORIA Y MAYORIA DE EDAD
Immanuel Kant sostiene que la razón es propia del hombre, pero lamentablemente el hombre no siempre recurre a ella para tomar una decisión. Ya que más de una vez esquivamos usarla, y caemos en el facilismo de pensar como otros nos dicen que tenemos que hacerlo. Kant cierra su concepto al definir que estas personas se hallan en un estado de minoría de edad. Estas palabras no tienen fecha de vencimiento, porque ya han pasado varios siglos y el concepto kantiano de minoría de edad tiene vigencia para definir a una gran parte de la sociedad, que prefiere adquirir pensamientos enlatados. Estas palabras no nacen del Olimpo, pero sería necio negar lo común que es escuchar voces que hablan sin entender. Y esto no es monopolio de una clase. No se trata de ser más culto o no. Cuantos leen para solo luego repetir. Asesinando el alma de la lectura, que es entender e interpretar. Es vital para crecer como sociedad, que de forma individual tratemos de salir de la monotonía, y nos tomemos un tiempo para pensar. Y de esa manera fundamentar lo que pensamos. Sino seguiremos siendo parte de un mundo efímero, donde solo importa lo que uno aparenta, donde nos dedicamos a consumir lo que nos venden y terminamos limitándonos a seguir la zanahoria que nos ofrecen, pero a diferencia del burro nosotros no sabemos porque lo hacemos. ETICA MUNDIAL Desde que empezaron a existir comunidades humanas se han venido elaborando concepciones de una sana convivencia y de una buena vida para el ser humano individual. En todas las culturas se han elaborado modelos éticos para el comportamiento, una ética elemental. Las religiones y las filosofías, sobre todo, han concretado y sistematizado estas normas. Pero en el mundo pluralista de hoy, ninguna religión, filosofía o ideología particular puede imponer por sí misma una ética semejante a toda la sociedad. Y, sin embargo, es posible e importante redescubrir y recordar los elementos comunes existentes en la ética de las diferentes religiones y filosofías:
- al individuo, para su orientación personal,
- a la sociedad, como presupuesto para su cohesión,
- a las naciones y a las comunidades religiosas, como base para el entendimiento mutuo, la colaboración y la paz.
Sobre la base de este modelo ético o de estas normas, llamadas sintéticamente «ética universal», pueden convivir y colaborar en busca de un mundo más pacífico y más justo hombres de todas las culturas y naciones.
¿Qué es una ética universal?
Ya en el año 1990 presenté a la opinión pública, en mi libro Proyecto de una ética mundial, mis reflexiones sobre una ética universal. Allí se desarrolla programáticamente la idea de que las religiones del mundo sólo pueden prestar una contribución a la paz de la humanidad recordando lo que ahora ya tienen en común con la ética: un consenso básico con respecto a los valores vinculantes, las normas inmutables y las actitudes personales fundamentales existentes. El paso decisivo lo dio luego el «Parlamento de las Religiones del Mundo», un congreso interreligioso celebrado en Chicago en 1993, con más de 6,000 participantes, en el que más de doscientos delegados de todas las religiones y de todos los continentes firmaron una Declaración sobre la Ética Universal elaborada por mí a lo largo de un proceso de consultas interreligiosas. Desde entonces, esa Declaración es el documento fundamental para el desarrollo de la idea de una ética mundial. El proyecto Ética Mundial está basado en cuatro convicciones fundamentales FENOMENO RELIGIOSO
En primer lugar, debemos aclarar que el término de "filosofía de la religión" lo utilizaremos para referirnos al pensamiento filosófico sobre la religión, diferente a la filosofía religiosa inspirada y guiada por una religión en particular.
El objeto y la finalidad de la filosofía de la religión es la comprensión del fenómeno religioso como una de las manifestaciones universales y esenciales de la cultura humana. Actualmente, se discuten diferentes enfoques, y por lo tanto, es necesario escudriñar a través de un examen crítico, cuáles son los elementos comunes a cualquier religión, y establecer así los principios fundamentales de lo que se denomina filosofía de la religión.
Lo primero que se debe dilucidar es la esencia del fenómeno religioso. Max Schelerafirma que la religión es algo que está arraigado profundamente en el hombre. Apunta como características de la religión:
1. Es propio de la conciencia humana.
2. Corresponde al hombre, consciente de su finitud.
3. Los objetos son distintos a los que podemos conocer a través de la experiencia.
4. El acto religioso es espontáneo, brota naturalmente del hombre, lo cual lo convierte en un ser esencialmente religioso. Todo hombre cree en un bien que es el objeto de su fe, se identifica con él, vive con él y se valora a sí mismo en tanto que es y vale el objeto de su fe.
5. La intención del fenómeno religioso es transcendente al mundo material; por lo tanto, sólo se realiza con lo divino.
6. Tiene su propia y exclusiva especificidad.; obedece a leyes autónomas no inteligibles ni psíquica ni empíricamente.
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